id La medalla milagrosa: ideas rápidas sobre las apariciones de la medalla milagrosa. Historia de las apariciones. Un milagro.
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LA MEDALLA MILAGROSA
  • A. Historia de las apariciones.
  • B. Mensaje y difusión de la medalla.
  • C. Un milagro famoso.

A. Historia de las apariciones

¿A quién se apareció? La protagonista de estos hechos fue Santa Catalina Labouré. Nació el 2 de mayo de 1806 en el pueblecito de Fain-les-Moutiers (Francia). Fue la novena de once hermanos, con padres muy cristianos. A los 24 años Catalina fue recibida en el noviciado de las Hijas de la Caridad de la calle du Bac. Ese año sucedieron las tres apariciones famosas.

1. Primera aparición
En la noche del 18 al 19 de julio de 1830. A las once y media de la noche, un niño -probablemente su ángel- le despierta. El niño iba vestido de blanco y tenía 4 o 5 años de edad. Le conduce a la capilla para estar con la santísima Virgen. El niño ilumina los pasillos; la puerta de la capilla se abre con un leve toque del niño. La iglesia está muy iluminada.
Nuestra Señora llega y se sienta en una silla. Catalina se arrodilla a su lado apoyando sus manos en el manto que cubre las rodillas de santa María. Conversan de varios asuntos. Nuestra Señora le anuncia algunas calamidades que sucederán cuarenta años después, como así fue. También le anunció que tendrá una misión divina.
Ante las dificultades le indicó refugiarse junto al altar: Allí las gracias se repartirán a quienes las pidan con confianza y fervor. Luego, santa María se fue, y el niño acompañó a Catalina hasta su habitación iluminando los pasillos.

2.Segunda Aparición
Es la gran aparición. Tuvo lugar el 27 de noviembre de 1830 a las cinco y media de la tarde, mientras las novicias rezaban en la capilla. Allí se le presentó la santísima Virgen en varias escenas:

Escena 1ª: Nuestra Señora con la esfera
La santísima Virgen estaba de pie adoptando la representación clásica de María inmaculada, es decir, aplastando la cabeza de una serpiente, de color verdoso con manchas amarillentas. En sus manos junto a la cintura, sostenía una esfera dorada que representa al mundo, con una pequeña cruz encima. Estaba radiante con sus ojos mirando al cielo, en actitud de presentar una ofrenda a Dios.

En esta primera imagen, nuestra Señora ofrece a Dios el mundo entero coronado por la cruz, al tiempo que aplasta la cabeza de la serpiente. Es el triunfo de María inmaculada. Así es la victoria que más tarde anunciará en Fátima: conseguirá presentar a Dios un mundo cristiano.

Como respuesta a este ofrecimiento de María inmaculada, viene la obtención de innumerables gracias celestiales que Ella reparte entre sus hijos. Así lo muestra la continuación de la visión.

Escena 2ª: Nuestra Señora de los rayos luminosos
De pronto vi anillos en sus dedos, tres en cada dedo; el más grande cerca de la mano, uno de mediano tamaño en el medio y uno más pequeño en la extremidad y cada uno estaba recubierto de piedras preciosas de tamaño proporcionado. Rayos de luz, unos más hermosos que otros salían de las piedras preciosas; las piedras más grandes emitían rayos más amplios, las pequeñas, más pequeños; los rayos iban siempre prologándose de tal forma que toda la parte baja estaba cubierta por ellos y no veía ya sus pies.

La santísima Virgen bajó sus ojos mirándome y dijo estas palabras: Este globo representa al mundo entero, Francia y cada persona en particular. Los rayos son símbolo de las gracias que derramo sobre quienes me las piden. Estos diamantes de los que no salen rayos, son las gracias que dejan de pedirme.

Escena 3ª: El anverso de la Medalla
La esfera desapareció, y las manos de nuestra Señora con sus anillos radiantes bajaron señalando hacia la tierra. Se formó un cuadro alrededor de la santísima Virgen, algo ovalado, en el que se leían estas palabras escritas en semicírculo, comenzando a la altura de la mano derecha, pasando por encima de la cabeza de la santísima Virgen y terminando a la altura de la mano izquierda: ¡Oh María sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos!, escritas en letras de oro. Entonces oí una voz que me dijo: - Haz acuñar una medalla según este modelo, las personas que la llevaren en el cuello recibirán grandes gracias. Las gracias serán abundantes para las personas que la lleven con confianza.
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Escena 4ª: El reverso de la Medalla
En aquel instante me pareció que el cuadro se daba vuelta. Vi sobre el reverso de la Medalla la letra M, coronada con una cruz, apoyada sobre una barra y, debajo de la letra M los sagrados corazones de Jesús y de María, que yo distinguí porque uno estaba rodeado de una corona de espinas y el otro traspasado por una espada.

El significado de la M con la cruz es bastante claro si se relaciona con la visión anterior de la Virgen con la esfera. Es lo mismo: María presentando a Dios un mundo cristianizado. La barra es la superficie de la tierra sobre la que se levanta la cruz. Precisamente la llamada barra está situada en el tercio superior de la M, es decir, a la altura en que las manos de María ofrecían el mundo.

Así pues, en la medalla quedan reflejadas las dos imágenes de María: por un lado derramando gracias sobre la tierra; por el reverso presentando a Dios un mundo cristiano. Probablemente, la humildad de María no quiso salir dos veces en la medalla, e ideó el signo de la M con la cruz. Pero insistió en hacer la escultura de su ofrenda a Dios, porque no se había entendido el anagrama de la M que lo representa.

Las doce estrellas recuerdan la conocida visión del Apocalipsis: "Una gran señal apareció en el cielo: una mujer vestida de sol, la luna a sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas" (Apoc 12, 1). Se habla de corona y esto indica realeza y triunfo.

Se puede decir entonces que el reverso de la medalla milagrosa representa el triunfo celestial (la corona de estrellas) del inmaculado corazón de María (junto al corazón de Jesús). Un triunfo que se realiza cuando nuestra Señora (la M) presenta a Dios el mundo (la barra horizontal) cristianizado (presidido por la cruz).

El triunfo será la victoria del amor. Por esto se habla de corazones. Es decir, el amor a Dios, que llena el corazón de María sin mancha de pecado, se expandirá por el mundo. Así es como el odio de los diablos será superado.

3.Tercera Aparición
Un mes después, en diciembre de 1830, Catalina tuvo una nueva aparición, similar a la del 27 de noviembre, y en el mismo momento durante la oración de la tarde.

B. Mensaje y difusión de la medalla milagrosa

1. ¿El mensaje de la medalla milagrosa? Puede resumirse en estos puntos:
  • Una invitación a pedir ayuda a María. Es el mensaje principal. Así se aprecia en la imagen de nuestra Señora distribuyendo gracias abundantes. Y en el propio texto de la medalla: ¡Oh María sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos!
  • Un toque de atención hacia lo sobrenatural. A esto contribuye la difusión de la medalla y los milagros que se sucedieron.
2.¿Difusión de la medalla? La medalla diseñada por María se realizó en 1832, y muy pronto se difundieron millones de ejemplares. Al principio se llamó “la medalla de la Inmaculada”, pero enseguida pasó a denominarse la medalla milagrosa por la cantidad de milagros que hubo.

Hacia el final de su vida, santa Catalina hizo la petición urgente de que se hiciera una estatua de nuestra Señora ofreciendo el mundo a Dios. Muy probablemente esta exigencia se debe a una indicación de María. Así, la medalla y la estatua de la esfera son las únicas ordenadas por nuestra Señora en la historia.

C. La conversión de Ratisbona

En 1842 hubo un milagro muy famoso que contribuyó a la difusión de la medalla. Se trata de la conversión del judío Alfonso Ratisbona.

El hecho ocurrió en Roma. Alfonso tenía 28 años, era un abogado y banquero bastante conocido. Tenía animadversión hacia los católicos, sobre todo desde que su hermano Teodoro también judío se había convertido y ordenado sacerdote.

En Roma se encontró con un amigo, el barón de Bussiére, que le invitó a cenar en su casa. Allí le retó a colgarse la medalla del cuello y rezar el Acordaos. Una apuesta que aceptó.

Al día siguiente, se encontró a de Bussiére, que se dirigía a una iglesia para preparar el funeral de un amigo. Alfonso accedió a acompañarle, y se quedó curioseando el arte de la iglesia. De pronto:

“Al poco de entrar en la iglesia, sufrí una turbación inexplicable. Alcé la mirada. El edificio entero había desaparecido a mis ojos, como si una capilla hubiera concentrado toda la luz. En medio de esta luminosidad apareció sobre el altar la Virgen María, grande, brillante, llena de majestad y dulzura, tal como está en la medalla. Una fuerza irresistible me atrajo hacia Ella. La Virgen me hizo seña de que me arrodillara. Parecía decirme que todo iba bien. No habló nada, pero lo comprendí todo”.

Y se hizo católico y luego sacerdote.

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